viernes, 21 de junio de 2013

¿Qué nos pasa?

He de decir que todos los casos de corrupción interminables, los recortes en pilares del Estado del Bienestar, como la Educación y la Sanidad, la bajada drástica de los presupuestos para cooperación al desarrollo (una de los pocos motivos para sentirse orgullosa de los Gobiernos de este país), el hecho de que nadie acepte responsabilidades, al mismo tiempo que desde patronal, organismos internacionales y demás continúan pidiendo más recortes, cuando en otros países están aumentando los gastos en educación, por ejemplo... están haciendo que me quede sin fuerzas para escribir. Y, más aún cuando en los post anteriores, aunque con gran crítica, siempre tenía cierta esperanza en que algo cambiase, simplemente por honor o dignidad. 
Pero, no, nada cambia, todos permanecen en sus puestos. Y, el FMI acepta que se equivocó con Grecia, pero nos continúa diciendo a los españoles qué hacer, en la misma línea. Y, por supuesto, ahora la situación no va a cambiar en Grecia, ni se va a devolver la deuda. En definitiva, me equivoco, y ya está. Hay consecuencias, pero a mí no me afectan, con lo que, da igual. Ya serán los otros los que carguen con mis errores, y yo pasaré a la empresa privada y punto, sin complicaciones.

Ante todo este panorama, me pregunto, ¿qué nos está pasando a los/as españoles/as? ¿Porqué no nos dedicamos a quemar contenedores, a realizar acciones de protesta acorde con los recortes impuestos? No estoy diciendo que tengamos que hacerlo, ni que sea positivo para un movimiento hacerlo directamente con esos medios. Pero, viendo los países vecinos, ha pasado eso, además de muchos suicidios de protesta, y, claro, el crecimiento de los extremos. En parte, me alegro mucho que no seamos como ellos, porque tendríamos todos los calabozos llenos de gente, gracias a la nueva legislación sobre orden público (familiares afirman que son cercanas a las de "Vagos y maleantes" del franquismo), y porque ninguna propuesta que saliera de un movimiento violento tendría nada que hacer frente a unas autoridades que se escudarían más en los desperfectos que en la legitimidad de las reivindicaciones. 
Y, al mismo tiempo, es como que aceptamos más o menos las imposiciones. Sí, como ya he dicho anteriormente, se multiplican las asociaciones, las plataformas de afectados, cada vez hay más manifestaciones y son más multitudinarias, el clima social es tenso. Sin embargo, poco está cambiando. Claro, frente a una mayoría absoluta en el Parlamento, no se puede reaccionar desde la calle. ¿O es que estamos acudiendo a un lugar que no lleva a ningún sitio en la práctica? Y otra pregunta más inquietante aún: ¿sabemos qué podemos hacer más allá de las reuniones en gran número en las calles?

Como aparece hoy publicado en eldiario.es, nadie nace siendo ciudadano/a, ni nadie sabe exactamente cómo funciona el sistema político (yo tampoco lo conocía, y eso que me consideraba alguien enterada en los temas políticos desde casi el comienzo del instituto). Y menos si no se dispone de una asignatura como educación para la ciudadanía, que introduzca estos temas en edades más o menos tempranas. Esto se multiplica en una sociedad en la que, además, no se considera que la política sea un tema prioritario que tratar, la famosa desafección política, y el desinterés de los que he hablado en varias ocasiones (ver el artículo de "La cultura política española", como base), tenemos como resultado una participación política que se centra en los movimientos en la calle, más que en las relaciones con el Parlamento. Esto es razonable, porque, por mucho que haya mecanismos para llegar hasta él (desde las preguntas a los/as diputados/as vía su correo institucional, hasta las famosas Iniciativas legislativas Populares), en muchos casos ni siquiera tienen una respuesta satisfactoria por parte de nuestros representantes.

Y ahora nos preguntaremos ¿qué se puede hacer? Si la acción en la calle no cuenta, la acción vía el Parlamento tampoco, ¿dónde actuar? Pues, bien, vía los propios partidos. Es mejor cambiar algo desde dentro, como una bacteria (decir parásito no queda muy positivo, aunque esa es la idea), que intentar modificarlo desde fuera. Pero, claro, "ningún partido me gusta", "son todos lo mismo", "¿cómo voy a estar pagando a un partido al que odio?". Respuesta: apúntate al segundo que más te guste, y además, ya estás pagándoles vía salarios y gastos de representación, y no todos los partidos tienen tantos ingresos por esta vía. Para los/as que, igualmente, la idea de los partidos no es lo suyo, están las asociaciones. En este caso, cívicas. 
La lista es larga, desde Amnistía Internacional, que en sus informes anuales resalta las vulneraciones de derechos de los diferentes países y acude a organismos internacionales para realizar más presión a las autoridades nacionales; 
por otro lado, Democracia Real Ya, la "hija" (algunos dicen que es no deseada o bastarda) del movimiento 15-M, de la que no tengo opinión contrastada, únicamente lo que dicen el 15-M y las pocas acciones que ha hecho esta asociación. La cosa es que se separó de este movimiento porque eran "reformistas" y no "rupturistas", como los primeros (recordando los términos de la Transición), y se han centrado en recoger apoyos de varias tendencias ideológicas, cosa que puede ser respondido;
después, tenemos el Frente Cívico Somos Mayoría, con un gran punto positivo, que es la página web, llena de difusión, y un gran grupo a nivel nacional y también con sub secciones. Además, dispone de muchas alternativas y documentaciones varias de respuesta, y aglutina a varios movimientos.
Y, hay muchas más, claro. También Transparencia Internacional, y proyectos como "¿Qué hacen nuestros diputados?", ahora en fase de cofinanciación en goteo.org. Pero, claro, estamos en el mismo punto inicial: la actuación de estas asociaciones es amplia, llegando cada vez a más sitios, pero continuamos sin llegar a modificacciones reales de las políticas, por mucho esfuerzo que hagan (y hacen). ¿No será necesario unir todos estos esfuerzos en una única plataforma, una especie de lobby ciudadano (al estilo lobby financiero, que tan bien funciona) y ser capces desde ahí de presionar en condiciones? Pero, problema: cuando se intentan realizar este tipo de uniones, hay siempre algún problema: o no se quiere perder la personalidad propia dentro de un conjunto que no se sabe muy bien cómo funcionará, no surgen voluntarios para llevar a cabo la nueva organización "federal" (lo mismo pas a nivel estatal, no nos engañemos), no hay fondos económicos... Sin embargo, el hecho de que las páginas de firmas a favor, en contra de un proyecto determinado, como son avaaz.com (entre otras) tengan cada vez más difusión y que consigan metas relativamente difíciles a un nivel local o nacional, hacen que aún haya esperanzas o un camino de cómo actuar de otra manera, con alcance global.

Para terminar, hablaré de la desobediencia civil, o no cumplir con aquellas normas que se consideren injustas. Todo hay que decirlo, no es aplicable a reglas básicas de convivencia, sino esto sería un "Todos contra todos", sino en aquellos pagos de impuestos, de tasas, que se sientan contrarios a lo que es un ideal de justicia o de igualdad. No es únicamente con los pagos (aunque se llama más la atención atacando al punto débil, más en época de crisis), sino también con otras normas. Desobediencia civil es lo que están haciendo los médicos en ciertos hospitales: dar asistencia sanitaria a los pacientes que legalmente no pueden, por ejemplo.  Con este medio se consigue más audiencia mediática, algunas veces más reconocimiento desde la sociedad y la prensa, hecho que es de agradecer. Y, por supuesto, está también el bienestar personal al realizar la acción.

Para terminar, decir que no hay que perder esperanzas, y menos voluntad de cambiar las cosas. Puede que no se consiga con los medios que disponemos en la actualidad, pero no se podrá continuar así durante mucho tiempo, especialmente si nosotros/as ciudadanos/as hacemos lo  posible para conseguirlo. El miedo no puede dejarnos sin fuerzas ni sin ganas. Más que nada porque es eso lo que se pretende: dejarnos sin voz.