sábado, 20 de agosto de 2011

Fuerza... ¿legítima?

Política: proceso de toma de decisiones en entornos plurales. Para su cumplimiento será utilizada una fuerza, que se considerará legítima...
¿Legítima? Cada vez me cuesta más entender el significado de la fuerza "legítima". Lo cierto es que es necesaria para que un Estado funcione. La fuerza de la que habla la definición de política es Hacienda, por ejemplo, la Administración, las fuerzas de seguridad... Esa fuerza en principio está dirigida a que el orden se mantenga, no haya peleas de "todos contra todos", se haga justicia, se cumplan las leyes. Hasta ahí todo claro, y estamos todos de acuerdo, me imagino. Todos pagamos impuestos porque pensamos que van a servir para financiar al Estado. Y porque pensamos que todos los ciudadanos y ciudadanas lo hacen, al igual que nosotros. Y a los y las que no lo hacen, se les multa o entran en prisión (excepto si robas millones de euros o los tienes en un paraíso fiscal, pero de eso no hablamos). Es un ejemplo.

En este pequeño artículo me centraré en la Policía. Ya se han visto las imágenes de los ataques policiales contra miembros del 15-m, por ejemplo. Las más actuales han sido contra los que se manifestaban en contra, justamente, de la brutalidad policial en la manifestación contra el costo de la visita del Papa a Madrid. Entendedme, no estoy en contra de la policía para nada. Son una parte importante del Estado y la gran parte del tiempo son grandes profesionales y terminan con grandes mafias y delincuentes varios. Son necesarios en cualquier país.
Pero, da la sensación de que al estar con la fuerza legítima de su parte, están exediendo sus obligaciones o capacidades de "ataque", más que los de defensa. Entiendo que carguen contra personas agresivas, que vayan a atacar a otra gente o a locales, en definitiva, que alteren el orden y la seguridad colectivas. Pero, no entiendo para nada que carguen sin ninguna razón clara a personas que pasan por ahí, personas que defienden a familiares o amigos de otras cargas, gente que se está moviendo, como les indican los agentes, pero no a la velocidad indicada, o incluso periodistas que hacen fotos de las cargas. ¿Qué sucede con los antidisturbios? Tendrían que ser los más clamados de toda la Policía, debido a las situaciones de estrés que pasan en su trabajo, saber aguantar los insultos y provocaciones de ciudadanos y ciudadanas descontentas, aguantar las ganas de utilizar la fuerza siempre y a todas horas.
he estado en una de las cargas. Y comprendo que se puedan enfadar, porque se les insulta, y eso es así. También se les provoca a atacar. Pero, justamente por eso, tendrían que aguantar, sin inmutarse. Puede ser que salten, porque son humanos. Aún así, no es bueno para el nombre de la Policía y de la política en general que se dediquen a repartir porrazos y mucho menos a gente que no se lo merece.
Claro, no se ven las imágenes en las que hacen bien su trabajo. Me gustaría creer que son la gran mayoría de veces. Si la Policía actúa de esa manera la población sentirá que no son un cuerpo digno de respeto. Y esto termina en otro aspecto en el que la población está descontenta, junto con los políticos, los banqueros, las grandes empresas, el sistema capitalista, los especuladores, la democracia... ¿Y en qué termina esto? En un desprestigio de las instituciones, una crisis del sistema. Y todos sabemos en lo que terminan las crisis del sistema (en última instancia): en radicalismos. Cosa que no es positiva ni para el sistema, ni para los ciudadanos, ni para la propia policía, por cierto.
Otra pregunta es: ¿por qué se comportan así? ¿Por miedo a ser atacados por los manifestantes? ¿Por la inercia de la situación? ¿Por imitación del que da el primer paso? ¿Por un sentimiento de grupo muy fuerte? ¿Por no defraudar a la persona que está al mando? ¿Por obligación? ¿por una demonización del "enemigo" (esto se hace mucho en las guerras actuales y en las guerras mundiales)? ¿Porque saben que son la fuerza "legítima" y van a ser respaldados por la fuerza política? Lo cierto es que con esa manera de ser y de "atacar" no van a conseguir mucho, además de que las próximas manifestaciones los choques sean más fuertes. No creo que todos los antidistrbios sean unos sádicos que les gusta golpear y hacer sufrir a los demás. Es más, los veo también como unas víctimas de situaciones de crisis. Siempre hay alguno que está peor que el resto, pero serán una minoría.
Y, entonces, ¿es fuerza legítima? Sí, lo es. Es legítima, porque proviene del Estado. Nos guste o no. Por lo tanto, tienen siempre las de ganar en cualquier denuncia que haya. ¿Es justo? Nada de eso.

Y, lo peor, es que este caso me recuerda al primer estudio de psicología social, en el que unas personas voluntarias se hacían pasar por presos y otras por carceleros. Se descubrió que jóvenes pro derechos civiles, hippies, personas sanas, se convirtieron en los peores y más sádicos carceleros. Simplemente por saber que eran superiores y que era en nombre de la ciencia...

¿Hemos mejorado? ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? ¿Los roles son importantes en esta sociedad? ¿Son ellos los culpables de la actuación de los antidisturbios agresivos?

sábado, 13 de agosto de 2011

Muros y murallas



En el 50 aniversario de la construcción del muro de Berlín (ese telón de acero), me han entrado ganas de hablar sobre los muros y murallas del mundo.
No estoy hablando de la muralla china que, por cierto, tengo que ir a visitar y que, además, está gravemente erosionada por los turistas que la visitan. Hablo de mucho de los muros imaginarios y no tanto que hemos estado construyendo los humanos. Tampoco me voy a concentrar en los muros interiores y psíquicos que cada uno de nosotros se impone, porque no soy psicóloga, aunque tenga cierta experiencia personal...

Las antiguas murallas medievales, cada vez menos presentes en las ciudades, servían para protegerse del invasor. Para sentirse seguros ante posibles ataques de pueblos o grupos rivales. Han estado siempre ahí y, aunque las más cinematográficas sean las medievales, nos han acompañado desde que el hombre es hombre. Siempre de una manera más o menos rudimentaria, por supuesto.
De esa idea de protección se derivó hacia un método de distanciamiento del otro, del enemigo, del extraño. Ejemplo de esto podía ser el muro de Berlín. Pensado para separar a dos partes de una misma ciudad y evitar que los habitantes de una parte (qué extraño, la parte "pobre") pasasen hacia la zona rica u occidental.

Actualmente los muros, además de los personales y profesionales (no nos olvidemos de ellos), son para cerrarnos en ellos, para no permitir que otros los traspasen y para sentirnos seguros gracias a ellos. Con la Unión Europea dejaron de haber fronteras entre los países de la misma. Esto en principio. Pero, al mismo tiempo, aumentaron los muros y alambradas en los países por los que se podía entrar a la Unión. me refiero a la alambrada de Ceuta o de Melilla. Ahora los otros son la gente con menos posibilidades que nosotros y con menos oportunidades, por supuesto. Pretendemos defendernos de una oleada de inmigrantes que buscarán trabajo para pagar a sus familiares el viaje hasta nuestro país, y que, como afirman muchos, "nos quitarán el trabajo"...

Unido a el muro psicológico está el muro religioso, el que parece que es tan difícil de saltar, superar o derruir. Dos mundos chocan entre sí, el "choque de civilizaciones". Pero, nadie se acuerda que, extrañamente para algunos, tres religiones convivieron en España y en tiempos donde no estaba tan avanzado el tema de los derechos humanos. Con lo que este es un muro imaginario, o eso espero.
Todo esto después de que todos tengamos en la cabeza un mundo globalizado, interrelacionado, imbricado. Miremos a la economía, por ejemplo. Y ahora viene la pregunta, ¿por qué hemos puesto muros a las personas y no a los especuladores financieros? Esto es un ejemplo. ¿Le tenemos más miedo a miles de refugiados que a una persona que tiene más poder que toda África unida? Sí, y esto tiene mucho que ver con las imágenes y la idea de grupo o bulto, como se quiera decir. A los que juegan con nuestras economías no les vemos las caras, no sabemos quiénes son. Muchos de nosotros ni siquiera sabemos cómo se les permite jugar con el empleo de tanta gente, de regiones enteras. Pero, al ver a gente diferente a nosotros, entrando en masa... algo se activa en nosotros y pensamos en las antiguas murallas: en un ejército que nos viene a invadir, a atacar nuestra soberanía y a terminar con el Estado. Y estoy exagerando.

Los muros ayudan frente a amenazas físicas e inminentes. Pero no pueden hacer nada frente a las nuevas amenazas: la especulación bursátil, las armas nucleares, los ataques terroristas y las catástrofes medioambientales. Entonces, ¿por qué tantos muros? ¿Tan diferentes son los habitantes de Berlín que pasaban de un lado a otro jugándose la vida de los africanos que intentan entrar en Europa? Han pasado 50 años, ¿hemos cambiado?

Muros y murallas


En el 50 aniversario de la construcción del muro de Berlín (ese telón de acero), me han entrado ganas de hablar sobre los muros y murallas del mundo.
No estoy hablando de la muralla china que, por cierto, tengo que ir a visitar y que, además, está gravemente erosionada por los turistas que la visitan. Hablo de mucho de los muros imaginarios y no tanto que hemos estado construyendo los humanos. Tampoco me voy a concentrar en los muros interiores y psíquicos que cada uno de nosotros se impone, porque no soy psicóloga, aunque tenga cierta experiencia personal...

Las antiguas murallas medievales, cada vez menos presentes en las ciudades, servían para protegerse del invasor. Para sentirse seguros ante posibles ataques de pueblos o grupos rivales. Han estado siempre ahí y, aunque las más cinematográficas sean las medievales, nos han acompañado desde que el hombre es hombre. Siempre de una manera más o menos rudimentaria, por supuesto.
De esa idea de protección se derivó hacia un método de distanciamiento del otro, del enemigo, del extraño. Ejemplo de esto podía ser el muro de Berlín. Pensado para separar a dos partes de una misma ciudad y evitar que los habitantes de una parte (qué extraño, la parte "pobre") pasasen hacia la zona rica u occidental.

Actualmente los muros, además de los personales y profesionales (no nos olvidemos de ellos), son para cerrarnos en ellos, para no permitir que otros los traspasen y para sentirnos seguros gracias a ellos. Con la Unión Europea dejaron de haber fronteras entre los países de la misma. Esto en principio. Pero, al mismo tiempo, aumentaron los muros y alambradas en los países por los que se podía entrar a la Unión. me refiero a la alambrada de Ceuta o de Melilla. Ahora los otros son la gente con menos posibilidades que nosotros y con menos oportunidades, por supuesto. Pretendemos defendernos de una oleada de inmigrantes que buscarán trabajo para pagar a sus familiares el viaje hasta nuestro país, y que, como afirman muchos, "nos quitarán el trabajo"...

Unido a el muro psicológico está el muro religioso, el que parece que es tan difícil de saltar, superar o derruir. Dos mundos chocan entre sí, el "choque de civilizaciones". Pero, nadie se acuerda que, extrañamente para algunos, tres religiones convivieron en España y en tiempos donde no estaba tan avanzado el tema de los derechos humanos. Con lo que este es un muro imaginario, o eso espero.
Todo esto después de que todos tengamos en la cabeza un mundo globalizado, interrelacionado, imbricado. Miremos a la economía, por ejemplo. Y ahora viene la pregunta, ¿por qué hemos puesto muros a las personas y no a los especuladores financieros? Esto es un ejemplo. ¿Le tenemos más miedo a miles de refugiados que a una persona que tiene más poder que toda África unida? Sí, y esto tiene mucho que ver con las imágenes y la idea de grupo o bulto, como se quiera decir. A los que juegan con nuestras economías no les vemos las caras, no sabemos quiénes son. Muchos de nosotros ni siquiera sabemos cómo se les permite jugar con el empleo de tanta gente, de regiones enteras. Pero, al ver a gente diferente a nosotros, entrando en masa... algo se activa en nosotros y pensamos en las antiguas murallas: en un ejército que nos viene a invadir, a atacar nuestra soberanía y a terminar con el Estado. Y estoy exagerando.

Los muros ayudan frente a amenazas físicas e inminentes. Pero no pueden hacer nada frente a las nuevas amenazas: la especulación bursátil, las armas nucleares, los ataques terroristas y las catástrofes medioambientales. Entonces, ¿por qué tantos muros? ¿Tan diferentes son los habitantes de Berlín que pasaban de un lado a otro jugándose la vida de los africanos que intentan entrar en Europa? Han pasado 50 años, ¿hemos cambiado?