lunes, 4 de febrero de 2013

Ética y responsabilidad política, en principio

Un mes. Sólo un mes ha pasado desde mi anterior artículo en este blog. Puede que haya cambiado de opinión sobre la nueva situación, que empieza a ser por lo menos inquietante. Pero, no estoy segura del todo de si estaría bien un cambio, tanto en los partidos políticos como en la Constitución (en el sistema), al estilo islandés, para dar ánimos a la ciudadanía (o al menos para calmarnos), o si un cambio en la Constitución sería contraproducente antes de realizar un cambio (puede que incluso una revolución) en partidos políticos, financiación y sistema político en general.
Como todos sabréis ya, está el tema de la (supuesta (utilizo este término casi por obligación "legal" no porque lo dude)) contabilidad fantasma del partido en el Gobierno, que ha repartido dinero en sobres (con la consecuente serie de bromas sobre el tema), favoreciendo a ciertas empresas (las que daban los sobres) en los concursos de infraestructuras públicos. Estos, por supuesto, se tendrían que hacer vía un concurso donde varias empresas presentan a la administración sus planes para hacer x concesión. En principio, la que cumple con las mejores condiciones (varios criterios, como la sostenibilidad, la cantidad de personas contratadas, el tiempo previsto, pero centrándose en el presupuesto), realiza la obra, para la mejor consecución del bien común y para el menor coste y/o mayor beneficio social posible. Esto, en principio.
Pues bien, no se centran tanto en el bien común las personas que se han dejado comprar por empresas varias, a cambio de contratos públicos, cambios en la legislación laboral (entre otras), favoritismos y vete a saber cuántos más hechos delictivos. El hecho es que, 1) Los/as ciudadanos/as eligen a sus representantes, creyendo (o más bien esperando) que van a seguir un interés más o menos común con sus votantes, o al menos cerca de lo que se podría llamar interés colectivo; 2) Los/as políticos/as, en vez de centrarse en estos temas, y en intentar explicar bien lo que se está haciendo a sus votantes, se dedican a vender su voluntad (y de paso la de todos) y favorecer a firmas privadas. Esto es, se convierten en unos gestores privados en puestos públicos, que siguen intereses privados, pero cobrando al mismo tiempo del Estado un sueldo público; 3) Los/as ciudadanos/as continúan con su vida, confiando en que todo está bien gestionado (excepto todos los casos que ya sabemos, además de los servicios públicos que están abandonados), hasta que se dan cuenta de que hay contabilidad doble (por ser delicados con el tema). Bien, ¿qué pasa entonces? Desinterés en la política, o más bien descontento y/o desencanto con la política; manifestaciones en las calles contra la corrupción; reducción del porcentaje de voto de los dos principales partidos y subida de los minoritarios; enfado por tener que pagar unos impuestos que no van hacia servicios públicos, sino a beneficiar a empresas privadas; deslegitimación del sistema político en general (desde los partidos, pasando por las Cámaras de Representación, por la Justicia que tendría que encargarse de estos temas, contra Hacienda, por no haberse dado cuenta antes...). En definitiva, todo el sistema se viene abajo. 

Para luchar contra este tipo de hechos se creó en un origen los salarios de los/as representantes. Pero, para algunos no ha sido suficiente, aunque las sumas sean de lo más "dignas" para muchísimas familias (que no solo para personas individuales), por no hablar de los excesos y de las sumas de varios salarios públicos. Y, entonces, ¿a qué se debe que se "vendieran" a firmas privadas, si ya tenían suficiencia económica? Pues, simplemente porque les falta interés en trabajar para los demás. Porque no se busca el interés público cuando has estado estudiando, trabajando y relacionándote en medios privados. Y, aún así, porque no has desarrollado un verdadero interés en el bien común. En definitiva, porque estás en política para ganar dinero, no para representar y solucionar problemas; para beneficiar a empresas privadas, y no para ayudar en lo posible a los que sí que pagan (la mitad, al menos) de tu salario. 
¿Qué hacer ante esta situación? Pues bien, protestar, por supuesto. Presionar para que la Justicia funcione, aunque sea inconstitucional (hay medio y medios). Pedir que haya una ley contra la corrupción que sea fuerte. Para ello, hay que contar con el Parlamento, con una mayoría de diputados/as del partido cuestionado, con lo que no habrá una ley por ese aspecto, a no ser que cambie la situación mucho en este partido, o a no ser que se sientan obligados a hacerlo por algún hecho externo. Por supuesto, si fueran relativamente conscientes de la situación, se disolvería el Parlamento, dimitirían los/as tocados/as por los sobres (aunque fuera temporalmente, y por dejar cierta buena imagen del partido, aunque fuera de regeneración interna). Habría otras elecciones, con el resultado medianamente claro, aunque con un Parlamento fragmentado, que no podría crear una nueva Constitución, o sí. Aunque me temo que no sería la prioridad. Igualmente, sería cuestión de tiempo que el Partido Popular se regenerara (máximo dos elecciones), solo ante el papel o de verdad. Tengamos en cuenta que este partido es prácticamente el único de posiciones de (centro-) derecha, con lo que tiene su electorado afín que no dejará de votarlo, porque no ven otra opción. 
En definitiva, todo dependerá de la cantidad de enfado que haya en la calle, la cantidad de quejas a la defensora del pueblo (podría intentarse por esta vía también, aunque de todos sea sabido la tendencia de la actual), las posibles denuncias particulares que se unan al juicio, de los/as propios/as votantes o simpatizantes del PP y su movilización contra las ovejas negras, una acusación en tribunales europeos por corrupción (pero no estoy segura d hasta qué punto esto se puede hacer), el poder que se pueda llegar a unir frente a un poder político que ha fallado en su cometido, que es representarnos. Si fueran medianamente íntegros, devolverían aunque fuera el dinero, muy necesario hoy en día, y dimitirían (ya que no habrá problemas más tarde en la contratación en la empresa privada). 
De ahí la necesidad de regeneración. Porque estoy convencida, en principio, de que hay gente que sí que se interesa en el bien colectivo, en la comunidad, en la política de verdad. Las siglas seguirían con mala prensa, pero el contenido cambiaría mucho.